​Ha hecho bien el alcalde Rafael López Aliaga en reponer la estatua de Francisco Pizarro, el fundador de Lima, en el centro de la ciudad. Aunque quizá hubiera sido aún mejor retornarla a su antiguo lugar, la plaza Pizarro, contigua a Palacio de Gobierno.

​La estatua fue arrancada del lugar por presiones de los izquierdistas y progresistas que denigran a los españoles y pretenden reescribir la historia, negando el significado de la creación del virreinato como parte del imperio español, y no como una colonia, como equivocadamente se enseña en colegios y universidades.

​A diferencia de lo que hicieron los británicos con los indígenas en América del Norte, aquí la corona española adoptó una política muy diferente, propiciando la integración y el mestizaje. El rey Fernando el Católico promulgó una Real Cédula en 1514, autorizando los matrimonios entre españoles e indígenas.

​Francisco Pizarro tuvo dos hijos con Inés Huaylas Yupanqui, hija (o nieta) de Huaina Cápac: Francisca Pizarro Yupanqui (Jauja, 1534) y Gonzalo Pizarro Yupanqui (Lima, 1535). Y luego Francisco Pizarro Yupanqui (Cusco, 1539) y Juan Pizarro Yupanqui (Lima, 1541), con Angelina, otra hija de Huaina Cápac, según dice el historiador José Antonio del Busto en su magnífica biografía, “Francisco Pizarro. El marqués gobernador” (1966), luego ampliada en dos volúmenes, “Pizarro” (2001).

​María Rostworowski señala que “por expresa voluntad paterna, la pequeña Francisca recibió una instrucción muy esmerada para la época. Aprendió a leer y escribir, el chantre fray Cristóbal de Molina le enseñó el clavicordio y con otros profesores practicaba la danza. Desde muy joven mostró una afición muy limeña por el lujo en su vestuario.” (“Doña Francisca Pizarro. Una ilustre mestiza, 1534-1598”, IEP, 1989)

​Y añade que, por cédula real del 10 de noviembre de 1536, se legitimaron los dos hijos del marqués con Inés Huaylas.

​En 1550 Francisca viajó a España, donde vivió hasta su muerte gozando de todos los privilegios de la nobleza. Se casó con su tío Hernando Pizarro -tuvieron 5 hijos- y a la muerte de este, se casó con un noble español.

​Estas pinceladas muestran una realidad completamente distinta a las de la leyenda negra, inventada por británicos, holandeses y franceses para descreditar a su rival, España.

​Durante los casi 200 años que gobernó la Casa de Austria (Habsburgo) en España, hubo una política como la descrita líneas arriba. Es decir, en los dos primeros siglos del virreinato, la relación con los indígenas, mestizos y criollos fue muy diferente a lo que vino después, cuando los borbones se hicieron de la corona.

​A principios del siglo XVIII, los Austria fueron desplazados en España por la Casa de Borbón, que gobernaba Francia. Las reformas borbónicas tuvieron un impacto negativo en Hispanoamérica. Centralizaron el poder y marginaron a indios, mestizos y criollos.

​Eso produjo un creciente descontento. Por ejemplo, en 1750 se produjo en Lima la “rebelión de los artesanos”, cuyos reclamos se centraban en demandas de indios y mestizos para entrar a universidades y ordenarse de sacerdotes. La historiadora Scarlett O´Phelan explica que en 1697, el rey Carlos II (el último Austria) “había dado una real cédula que decía que aquellos indios que podían demostrar su nobleza incaica tendrían los mismos derechos que los nobles de Castilla y podrían ocupar puestos civiles y religiosos”. (El Comercio, 12/1/25).

​Las reformas borbónicas impusieron cambios sustanciales, privando de derechos y beneficios a indígenas, mestizos y criollos. Eso finalmente detonó la insurrección de Tupac Amaru II, el 4 de noviembre de 1780.

​El brutal aplastamiento de la rebelión terminó también de liquidar los fueros y prerrogativas de la nobleza indígena, de los mestizos y criollos. Una de las consecuencias fue que, con la independencia, existía una masa de indígenas poco diferenciada y marginada, cuya situación no mejoró –y a veces empeoró- con el nuevo régimen.

​En suma, es importante estudiar la historia y no dejarse llevar por las absurdas tergiversaciones de izquierdistas y progresistas que inventan falsedades para incentivar la división, el odio y la violencia. El Perú es un país mestizo, heredero de las tradiciones españolas e incaicas.