Degradación
Algunos hechos recientes muestran el nivel de degradación al que ha llegado la Policía Nacional. El sub oficial Darwin Condori presuntamente se suicidó después de haber violado, asesinado y descuartizado a una joven. Lo grave es que tenía cómplices y, según los informes, antecedentes de violaciones grupales que, al parecer, habían sido encubiertas por otros policías.
El asunto es que cotidianamente se encuentra a miembros de la PNP implicados en hechos delictivos como este: “Detienen a 5 policías por cobrar coima a empresario”. (Expreso, 6/12/24). Si bien es cierto que fueron apresados por miembros de otra unidad policial, eso no disminuye la gravedad de los hechos.
En la fiscalía las cosas son iguales o peores. Recientemente fue detenida Elizabeth Peralta, fiscal superior de lavado de activos y pérdida de dominio, por su participación en el caso “Chibolín”.
La fiscal superior Karla Salazar robó descaradamente un morral con dos mil soles y un par de celulares en el aeropuerto Jorge Chávez. Ese el nivel de magistrados que hoy, con el nuevo Código Procesal Penal, tienen un inmenso poder.
Por no mencionar a Rafael Vela y José Pérez -ahora investigados por varios delitos-, que favorecieron descaradamente a empresas y empresarios corruptos, y persiguen ilegalmente a personas como Ricardo Briceño y otros funcionarios. Y a las cochinadas denunciadas en el Eficoop, con la fiscal Marita Barreto y su cómplice, el esbirro policial.
Según la Inspectoría PNP, hasta noviembre de este año se han impuesto sanciones a 3,449 efectivos. Han sido detenidos 1,397 por la presunta comisión de delitos, y han sido pasados a retiro por medida disciplinaria 982.
Una de las causas de este deterioro de la moral policial es la equivocada política de “más policías”, a cualquier precio. Sucesivos gobiernos ceden a la presión de la opinión pública, de medios de comunicación, y autoridades locales y regionales, que reclaman más escuelas policiales y más policías.
El resultado es que los filtros para el ingreso se relajan y la formación es cada vez peor. En esa disyuntiva, hay que optar por la calidad y no por la cantidad, cerrar escuelas y concentrarlas, y establecer requisitos más rigurosos.
Otro de los problemas es el largo y engorroso proceso para sancionar a los que delinquen. Eso se debe a que el sistema judicial ordena reponer a los policías sancionados que no han podido apelar en diversas instancias internas.
El asunto es que la policía, aquí y en cualquier parte, es especialmente propensa a la penetración de la corrupción, porque los efectivos tienen que estar en contacto permanente con los delincuentes, precisamente para poder investigar y combatir el delito. Un ángel bajado del cielo sería un ineficaz agente policial, porque no conocería ni el medio ni a los individuos que hay que enfrentar.
Por eso es particularmente importante tener una enérgica política anticorrupción y unidades encargadas de esa tarea, como la Oficina de Asuntos Internos. Lamentablemente no se le ha dado la suficiente prioridad en los últimos años.
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