Microclima
Como la mafia caviar quiere recuperar el poder
En la sesión extraordinaria del Congreso, el viernes pasado, los poquísimos caviares que ocupan una curul repetían incesantemente que “el Perú entero nos está observando”. Y otros ingenuos se dejaban llevar y repetían lo mismo.
En realidad, nadie estaba mirando el enrevesado y estéril debate. Los peruanos estaban atrapados por partido Perú Uruguay, incluyendo la previa, el encuentro y los comentarios y celebración posteriores.
Probablemente ni los familiares más cercanos de los parlamentarios que se desgañitaban advirtiendo sobre la supuesta fijación del Perú entero en un debate abstruso, los escuchaban.
Pero en efecto, en el Congreso se había creado un microclima en el que muchos creían eso. Así como también suponían que era cierto la absurda idea que los caviares repiten hasta el hartazgo: que la ley de crimen organizado, que tiene una cuántas semanas de promulgada, es responsable de la imparable ola delincuencial que desde hace algunos años azota el país.
Me hizo recordar lo que ocurrió en noviembre de 2020, cuando la mafia caviar creó un ambiente parecido, derrocó a Manuel Merino y a un buen gabinete presidido por Ántero Flores Araoz, impuso a Francisco Sagasti y abrió las puertas para que meses después, en un proceso fraudulento respaldado por Sagasti, llevaran a Palacio a Pedro Castillo y sus secuaces.
En esa oportunidad, movilizaron unos pocos cientos de manifestantes violentos, provocaron la muerte de dos delincuentes juveniles y, con la masiva participación de medios de comunicación, grandes empresas y pronunciamientos de organizaciones fantasmales que exigían la caída del gobierno, lograron algo absolutamente insólito: que los presidentes de la República y del Congreso fueran elegidos solo entre los miembros de la ínfima minoría caviar y comunista de ese Parlamento.
La mayoría estaba vetada. Un contrasentido total en un régimen que se suponía democrático.
De esa manera, Sagasti y Mirtha Vásquez llevaron al Perú al desastre que hoy vivimos, propiciando la fraudulenta entronización de la dupla Castillo/Boluarte. Luego Mirtha Vásquez se convirtió en Premier de ese gobierno, cargo que aprovechó para azuzar la quema y destrucción de empresas mineras.
Ahora, la mafia caviar repite el mismo esquema. Se monta sobre el justo reclamo de los transportistas, ahogados por los extorsionadores que han prosperado gracias a las políticas de los caviares que han gobernado el país, y las usa para intentar repetir lo que ocurrió con Merino.
El asunto es que las opciones hoy día no son entre lo bueno y lo mejor, sino entre lo malo y los menos malo. No darse cuenta de eso puede conducir al desastre.
Entre otras cosas, hay que destacar la estúpida participación de ciertos sectores empresariales -otra vez-, haciendo el juego nuevamente a la mafia caviar, como lo hicieron en noviembre 2020. Ellos son en gran medida responsables de lo que ocurrió en esa ocasión y de sus consecuencias, la llegada de Castillo a Palacio. Pero parecen no aprender nada y hoy vuelven a lo mismo. Y después, le echan la culpa de sus desgracias a otros y hacen llamados desesperados para que les saquen las castañas del fuego. Claro, sin arriesgarse a quemarse ellos.
Hay que bregar para que esta vez el Congreso no se deje apabullar por la campaña de la mafia caviar y sus medios de comunicación. El incremento de la inseguridad y las extorsiones no tiene que ver con las leyes aprobadas por el Parlamento. Y el Congreso no tiene nada que “negociar” con ciertos dirigentes politizados.
Es al Gobierno y al caviarizado sistema judicial, que libera delincuentes y persigue policías, a quienes tienen que reclamar y exigir soluciones.
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