AFF (1938-2024)
Las impresionantes muestras de aprecio al presidente Alberto Fujimori (AFF) en su velorio y entierro, reflejan una estima que casi ningún gobernante ni político de la historia reciente del Perú ha recibido.
Esto a pesar de una feroz campaña de descrédito de sus adversarios y de la mayoría de medios de comunicación durante un cuarto de siglo, y a una injusta sentencia que lo mantuvo en prisión durante 16 años.
Como ha recordado Aldo Mariátegui, el juez César San Martín “condenó a 25 años a Fujimori por el caso La Cantuta cuando sabía perfectamente que los muertos fueron asesinados por orden de un embriagado Santiago Martín Rivas, quien había recibido el mandato específico del coronel EP Federico Navarro de tan solo detener a esa gente por sospechosos de terrorismo y después de que fueron señalados por un agente infiltrado en esa universidad.” Y cita como fuentes a Ricardo Uceda –que fue el que reveló ese caso y que “testificó sobre este hecho en el juicio”- y a varios otros adversarios de AFF que ratifican lo mismo. (Perú21, 13/9/24).
En el velorio tuve ocasión de conversar con muchas de las personas que hicieron largas colas durante horas para darle el último adiós a AFF. Varias me relataron sus experiencias de visitas del entonces presidente a diversos lugares, y su manera práctica y precisa para resolver problemas. Anotaba la demanda en su libreta y, para asombro de los involucrados, poco después algún funcionario llegaba con la solución, ya fuera un motor para bombear agua o una silla de ruedas para una anciana.
Acostumbrados desde siempre a promesas no cumplidas de los políticos, la gente lo recuerda y lo agradece.
El pueblo lo evoca por dos cosas decisivas que ocurrieron en su gobierno, la derrota del terrorismo y el fin de la hiperinflación y una etapa de crecimiento económico y prosperidad que sacó de la pobreza a millones de personas.
Como dice Diego Macera, en el gobierno de AFF se hicieron “cirugías mayúsculas” que permitieron superar el desastre económico que heredó. “Tuvo la valentía para tomar las decisiones difíciles” que permitieron el “milagro económico”. “Su impronta en la economía será imborrable”. (El Comercio, 13/9/24).
Por supuesto, cometió errores, como todo gobernante que hace grandes cambios. Su asociación con Vladimiro Montesinosle permitió llevar adelante varias de las transformaciones que emprendió, pero el no haberse desprendido de él a tiempo fue fatal, finalmente.
Fui crítico de su gobierno toda la década del 90, cuando era muy duro ser opositor, a diferencia de otros que lo apoyaron cuando era poderoso –y se beneficiaron de su gobierno-, para satanizarlo cuando cayó en desgracia.
Conocí a su hija Keiko –y la respaldé- en la campaña de 2011 y participo ahora de su propuesta que, con todas sus dificultades, es una opción de esperanza para el Perú, en un período de crisis e incertidumbre.
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